Cuba
siempre estará a la vanguardia de las revoluciones en Latinoamérica
La derecha necesita masas ignorantes
La mayoría de los millonarios del mundo son
ignorantes vienen a nuestros países a hacer fortuna con la especulación,
ganando el mil % y explotando la mano de obra de estos países, principalmente
los inmigrantes europeos
Caracas.- 23-03-2019. Noticias Bolívar. Las
revoluciones verdaderas, emancipadoras, fomentan la cultura del pueblo, que
debe y merece aprovechar a fondo ese empeño: no parecerse, ni en las faltas del
lenguaje, a masas que la derecha arrastra o empuja, y prodigan inmunda grosería…y
las manipula, las capitaliza, las financia y, llegado el momento, las inventa.
Así, y más, podría extenderse el título del presente texto, pero se
dificultaría el emplane, y nada especial se requiere para mencionar dos
verdades de la derecha, entre otras: las maniobras con que ella pretende y a
menudo logra coyundear el pensamiento de multitudes, y la rabia que pone
intentando hacer creer que tiene la razón histórica y moral que le falta.
Todos los pueblo unidos contra la burguesía mundial |
En
un lugar de La Mancha cuyo nombre no es preciso recordar, durante una de esas
reuniones en que se discute sobre Cuba a partir de falsedades difundidas por
medios capitalistas, algunas personas arremetían contra «el régimen
dictatorial» de este país. Una prestigiosa y elegante académica, que suscitaba
atención, dijo: «Como dictador, Fidel es muy torpe».
Un
contertulio, que buscaba arrimar fuego a su sardina, le preguntó: «¿Por qué
dices eso de Castro?», y ella respondió: «Un dictador aprovecha la incultura
del pueblo, no le propicia educación. De eso sabía Franco, que impuso
oscurantismo, tinieblas. En Cuba, donde se erradicó el analfabetismo y la
educación está priorizada, la mayoría apoya a Fidel, a la Revolución. Si no
fuera así, se rebelaría. He estado allí y he respirado esa realidad».
No
viene al caso extenderse en la continuación de aquel coloquio, en el cual
ningún argumento parecía bastar para moverles el magín a quienes aseguraban,
sin más, que Cuba sufría una dictadura. Para ellos era democrática la
transacción fabricada por Franco, con monarquía y todo, como sucesión de la
tiranía que él ejerció hasta su muerte.
Calzada
por intereses mezquinos, la ignorancia puede cabalgar sobre doctorados, y se
vio en aquel coloquio. Pero tiene también, orgánicamente, expresiones de
miseria mental, con sellos propios del lumpen.
Que
el capitalismo, capitaneado por el poderío estadounidense, carece del menor
fundamento moral lo certifican sus actos: explotación de trabajadores y
trabajadoras, campañas electorales sucias, patrocinio de tiranías,
derrocamiento de gobiernos democráticos, saqueos y masacres de pueblos,
estratagemas como las aplicadas contra Venezuela, a la que roban como piratas
que son y luego fingen que intentan salvarla con una falsa ayuda, incalificable
de humanitaria.
Que
ese sistema carece de razón histórica lo confirma hasta la rabia con que
calumnia cuanto huela a afanes de justicia social. Lo que al respecto han dicho
numerosas personas puede resumirse en lo sostenido por Fernando Buen Abad
Domínguez en un artículo reciente: «Bastaría con escuchar el odio que inyecta
la burguesía a sus denuestos contra el socialismo para deducir que algo muy
bueno para los seres humanos implica terminar con la jerarquía de los opresores
para ir a un sistema socialista capaz de erradicar el interés del capital sobre
los seres humanos y erradicar todo el fardo individualista, racista, excluyente
y opresor que nos ha amargado la existencia durante demasiado tiempo».
«Que
el capitalismo, capitaneado por el poderío estadounidense, carece del menor
fundamento moral lo certifican sus actos»
El
«fardo» aludido en la cita recuerda La carga del hombre blanco, poema escrito a
finales del siglo xix por Rudyard Kipling, escritor nacido en la India y que
asumió la colonización británica.
En
ese texto sublimó la supuesta misión civilizadora confiada por la providencia a
Occidente: al capitalismo. Hoy tal falacia la sostienen poderosos medios
desinformativos ayudados por la ignorancia de masas cosificadas por la
corriente hegemónica, la de las fuerzas opresoras que manejan armas, dinero,
tecnología y mentiras.
De
tan sucios, esos medios no pueden lavar cerebros: los empuercan. Si no, cómo explicar la actitud de
quienes los obedecen.
En
Venezuela, un ejemplo, hay quienes piden que la invadan los Estados Unidos.
¿Creen que los matones imperiales distinguirán entre patriotas y traidores?
¿Será que, si son venezolanos, se hallan fuera de su país y están prestos a ver
de lejos el «espectáculo» de la matanza de su pueblo?
Los
ignorantes, ¿lo serán al punto de desconocer lo sucedido en Irak, Libia y
Siria? Se menciona solamente una trinidad del terror todavía en marcha, pero
podría citarse un expediente que ya cubre siglos, incluso dentro del hoy
territorio estadounidense, donde la población originaria fue masacrada.
Tales
ignorantes, ¿ciertamente existen, o son una invención de las fuerzas imperiales
y sus siervos para simular el apoyo que el imperio proclama tener?
Quizás
haya de todo eso en el amasijo de opiniones furibundas contra la Venezuela
bolivariana y cuanto, como ella, desafíe los designios imperiales.
Sin
descartar que existan «ilustrados» de baja catadura moral, universitarios
endiablados que en su egoísmo han entregado el alma al diablo, la nota más
grotesca la dan quienes exhiben la peor estofa. A veces se diría que son
enfermos mentales y, más que mala ortografía, tienen una heterografía
espantosa, además de disfrutar su amargura usando el lenguaje más soez.
Si
no fuera por las actitudes criminales que respaldan, a cualquier persona de
buena voluntad podría darle por salir corriendo para enseñarles siquiera las
más elementales normas de gramática, ortografía y sintaxis, y algo de
urbanidad.
Pero
¿se les enderezaría con eso el alma? ¿Será que, en busca de «éxito», se someten
laboralmente como esclavos a los poderosos hasta no tener tiempo ni para
enterarse de lo más relevante de su entorno?
En
eso hizo pensar la verborragia escatológica lanzada contra dos recientes videos
que circulan en las redes. Uno de ellos contiene lúcidas advertencias de la
novelista Isabel Allende contra una posible intervención estadounidense en
Venezuela, y algunos de sus patéticos impugnadores la acusaron de obedecer a
ideales socialistas, porque la creyeron hija del presidente chileno Salvador
Allende, derrocado por un plan que la CIA, orquestó.
«En
Venezuela, un ejemplo, hay quienes piden que la invadan los Estados Unidos.
¿Creen que los matones imperiales distinguirán entre patriotas y traidores?»
De
tan ignorantes, hasta se perdieron la ocasión de citar a la Isabel Allende que,
hija en efecto del digno político chileno, traicionó la memoria de su padre y
calumnió a la Venezuela bolivariana.
Otro
video plasma declaraciones contra el aberrado Donald Trump emitidas por
relevantes figuras del cine de su país: entre otras, los actores Meryl Streep y
Robert de Niro, a quienes sus atacantes acusaron de resentidos e incapaces de
apreciar la grandeza del césar por ser artistas fracasados que solo han
conseguido papeles secundarios.
¿Llegarán
algún día los frenéticos defensores del imperio a percatarse del ridículo que
han hecho?
La
verdad es que sus maestros desbarran sin temor al papelazo. Lo ha hecho Michael
Pompeo al decir que Cuba es el verdadero poder imperialista en Venezuela, ¡y va
y logra que algunos finjan creerle, o hasta le crean! A cualquier sistema
debería apenarlo necesitar voceros con tal catadura. Pero ¿tiene el imperio el
decoro necesario para avergonzarse de sus ignominias? Si lo tuviera, ¿sería el
imperio que es?
Semejante
realidad tiene hasta el peligro de que la izquierda llegue a creer que, dada la
razón moral que le certifica el hecho de tener enemigos tan bajos, no necesita
erradicar sus propias deficiencias y librarse de errores que, aparte de ser
dañinos en sí mismos, den pretextos a sus enemigos para atacarla.
Aunque,
para mentir, el imperio y sus medios no necesitan nada más que su desvergüenza:
son expertos en fabricar calumnias.
La
izquierda, y los sectores populares que la defienden y se sienten representados
en ella, han de saber que los opresores manipulan la ignorancia de las personas
que se les pliegan, y las dejan hundirse en la abyección.
«Las
revoluciones verdaderas, emancipadoras, fomentan la cultura del pueblo, que
debe y merece aprovechar a fondo ese empeño»
Pero
no basta confiar en la eficacia de las consignas revolucionarias como
expresión, estilo divino, del peso de la justicia. Lula, por ejemplo, no debe
estar tras las rejas, pero suponer que su reclamada liberación hablaría de un
Brasil democrático sería ingenuo.
Para
el fascismo brasileño, excarcelar al popular político injustamente preso
pudiera ser una maniobra para neutralizarlo por completo –si no lo asesina
antes–, y una operación de autolimpieza.
Las
revoluciones verdaderas, emancipadoras, fomentan la cultura del pueblo, que
debe y merece aprovechar a fondo ese empeño: no parecerse, ni en las faltas del
lenguaje, a masas que la derecha arrastra o empuja, y prodigan inmunda
grosería.
Indigna
ver cómo cómplices de la posible invasión de Venezuela por los Estados Unidos
llevan en sus cuerpos y en su alma –si la tienen– la bandera de la potencia
agresora, y queman la de Cuba. Dime qué haces, y te diré cómo eres.
Patria, socialismo o
muerte…venceremos.
Comentarios
Publicar un comentario