Jorge Giordani, político y gran luchador por Venezuela 

“Se dicen sus hijos, pero quieren ponerlo bien lejos”
Giordani: La disputa por el poder comenzó apenas enfermó Chávez… y aún sigue
Caracas.- Noticias Bolívar. El ex ministro de Planificación defiende su gestión y afirma que advirtió a tiempo de la crisis que venía: “El regalado se tiene que acabar, comandante”, le dijo al fallecido Presidente en mayo de 2012
“Cero hits, cero errores, cero carreras”: así, en términos beisbolísticos, resume Jorge Giordani el efecto de las explosivas denuncias que ha venido haciendo sobre la conducción de las políticas económicas del país.
Jorge Giordani es hoy la representación vívida del ostracismo político. “Chivo expiatorio para los fascistas y traidor para el gobierno” –según apunta él mismo–, un manto de silencio envuelve hoy a quien, tras acompañar a Chávez durante 12 de los 14 años de su mandato, es inevitablemente percibido como el arquitecto del modelo económico propulsado por la llamada revolución bolivariana.
Curiosamente, quienes lo acusan de traidor se han quedado con las ganas de verlo correr hacia las filas y las ideas del adversario político. Y quienes lo demonizan como responsable de la crisis hoy desatada, no se detienen siquiera a considerar la posible utilización, en provecho propio, de sus actuales señalamientos.
En realidad, ni unos ni otros parecen tener interés en lo que pueda decir Giordani. ¿Qué aspectos defiende hoy de su actuación en el Ejecutivo? ¿Asume sus responsabilidades? ¿Estuvo siempre de acuerdo con todo lo que se hizo? ¿Propuso alternativas? ¿Y qué es lo que ahora crítica y denuncia?
A un año de su célebre carta pública, y justamente el día en que arribó a los 75 años de edad, Giordani recibió a Contrapunto en el mismo exacto espacio de su casa en el que ha concedido otras entrevistas. “El rincón del Quijote”, lo llama. Y aunque, en efecto, está allí sobre la mesita una voluminosa y gastada edición de la obra de Cervantes, quizá sea más bien una alusión a sí mismo y al espacio en el que está hoy relegado. Un Quijote rodeado por los dos grandes retratos de Chávez impresos en lienzo y por la intención de contarlo algún día todo en sus memorias.
Ya en octubre de 2012 había que tomar medidas severas
—¿Ha pasado algo con esas denuncias tan fuertes que usted ha hecho, ha habido algún efecto?
—Ninguno. Como dicen en términos beisbolísticos : cero hits, cero error, cero carrera, amigo. Nada.
—Vayamos entonces al otro extremo. ¿Cuándo comenzó la situación que usted denuncia? Esos señalamientos, ¿llegó a plantearlos en su momento o, como le recriminan muchos, sólo los soltó al salir del Ejecutivo?
—Este proceso viene desde la enfermedad del Presidente, y yo lo voy a decir claramente: fue un proceso de cooptación política. ¿Tú te acuerdas que él hizo un viaje a Brasil y salió con unas muletas? Creo que de ahí fue para Ecuador, y terminó en Cuba. Eso fue a principios del 2011. El día 30 de junio él apareció frente a un atril, allá en Cuba, demacrado. Digno, pero demacrado. Dos operaciones llevaba. Y a principios del 2012 lo tienen que operar por tercera vez. Después vino todo el 2012, la campaña, toda la campaña. Y la situación: había que tomar medidas, había que jugarse a Rosalinda el 7 de octubre.
Yo recuerdo que el 8 de diciembre, después que anunció lo de Nicolás, él nos llamó, a un pequeño grupo allá en Miraflores, y se fue a levantar. Había una mesita ahí, y para pararse… le costó. Así sería el dolor que tenía. Basta imaginar una persona en esas condiciones. Yo se por qué te lo digo: fue un proceso de inmediación… dos años.
Afectado el líder, el caudillo, su forma de actuación –dura, porque él no era ninguna monedita de oro–, eso lo afectó todo. Y lo afectó, además, estando afuera, donde por más que sea tú te distancias. Y hubo mediaciones. Yo fui una sola vez a La Habana, por invitación suya: hay una foto por ahí.
El 7 de octubre había que tomar unas medidas severas. Después vino el 20 de octubre, que fue la única vez que nosotros nos vimos con él. El “golpe de timón”. Ahí él hace una referencia a mi persona.

—¿Y usted llegó a advertirle antes acerca de eso? ¿Tuvo oportunidad?
—No allí. Eso fue un Consejo de Ministros, muchas personas. Con él las conversas eran más personales, más individuales. Luego, el último contacto que tuve con él fue precisamente el 28 de diciembre de 2012, por teléfono. Yo la voz no la identificaba, pero él me hizo preguntas muy precisas: “¿Y no se han tomado medidas…? ¿Y la tasa de cambio y todas esas cosas?”.
Creo que él sufrió, a finales de ese año, un bajón en su salud. Claro, él ya tenía la cuestión de la tráquea, supongo. Pero las preguntas que hizo fueron acuciosas, sobre las cosas que teníamos que haber hecho. Con esto quiero decir 2011-2012. O sea que él estaba consciente de toda esa situación… Pero había mediaciones.
Antes, en mayo de ese año, hubo un Consejo de Ministros, y él fue un poco injusto, Chávez, con unas aseveraciones que hizo ahí. Esa noche no dormí y le escribí una carta. “El regalado se tiene que acabar, comandante. Recuérdese de la Agenda Alternativa Bolivariana…”. Y le dije: “Estoy escribiendo un libro que se llama De la planificación imposible a la improvisación permanente”. Después de unos días me llamó y me dijo: “Ese título es un poco injusto”. Le contesté: “Mire, la improvisación para un llanero es un elogio, pero para el que no es llanero, esto es un desorden”. “Coño, tú siempre con tus cosas”, replicó.
Y hubo la visita de los franceses, que se la reclamé fuertemente a Nicolás Maduro.
—¿Hubo algún momento preciso en que discutiera con Chávez esas medidas severas que había que tomar?
—Todo esto no fue cosa de un día, hay que entenderlo como un proceso, con acontecimientos, contradicciones, luchas. Y la presencia de este caballero, de Chávez: una presencia dura. Pero claro, uno no era “¡Sí, comandante, a la orden!”. No, un momentico, no. Allí había unos razonamientos, unos planteamientos: “Averigüe, Presidente, estudie”. El libro de Mészáros se lo di: 3.000 y tantas páginas. Se lo leía, y preguntaba: te preguntaba a ti, le preguntaba a ella, le preguntaba al otro.
Pero no es el 2011, no es el 2012: es el 2013, es el 2014. O sea, que esto ya no es una coyuntura. Como lo puse en un título: la revolución es una cosa histórica, es un parto. No es un acto divino, un decreto: “Voy, por decreto, a acabar con la inflación”. No, no. Si la sociedad fuera un ser humano, esta sociedad estaría en terapia intensiva. Pero las sociedades nunca se ponen en terapia intensiva. Los países no acaban, no terminan, no fallecen: es una historia, es la historia. Entonces, lo que le viene ocurriendo en Venezuela es parte de un proceso de involución política.
— ¿Y esa involución empezó cuando? ¿Es de ahora, es de cuando Chávez, venía de antes?
—Empezó hace tiempo. Ahí se juntan tres cosas. El primer elemento es el señalado en la tesis de Mészáros, que va más allá de Marx, más allá del Capital de Marx: en una crisis estructural –que nos afecta a los 7.300 millones de seres humanos, eso es para toditos, aquí no se salva ninguno: griegos, españoles, americanos, australianos, chinos– hay cuatro contradicciones básicas: el problema del Estado-nación versus la trasnacional, la igualdad sustantiva, el problema del ambiente y el desempleo estructural, todos ellos contradicciones que la lógica del capital o el capitalismo no resuelven. Bueno, primer elemento. Segundo elemento, el colapso rentístico venezolano. Y el tercer elemento –que comienza ya en los años 80, en la tesis de Asdrúbal Baptista y Bernardo Mommer– es la crisis de hegemonía.

La crisis de hegemonía la venimos sintiendo los venezolanos desde hace mucho… desde tiempos del señor Betancourt. Reverbera en Venezuela a partir del impacto del neoliberalismo, años 80 y 90, y explota en febrero del 89. Eso fue un reventón de la corteza terrestre. Crisis de hegemonía. Y con Chávez se aplaca por obra de un liderazgo –él mismo lo decía: “Miren, yo soy una garantía para que este pueblo no se desborde y no nos lleve a todos por delante”– y de una válvula de presión, que es la distribución que se da de la renta petrolera. Ese es el problema petrolero. Ese es el problema político que tiene este país. Y no es desde ahorita.

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